Todos en algún momento hemos tenido la sensación de que los medios de comunicación distorsionan la realidad y se inclinan por algún sector en materia de política con el fin de favorecer o no corrientes ideológicas o partidos. Es necesario partir de que este tema no es sólo cuestión de rating, pues debemos cuestionar muy a fondo en dónde radica el problema de que a veces percibamos a los medios de comunicación como un enemigo y no un aliado en nuestra sociedad; y con ello no pretendo juzgar ni ofender a un gremio, pues muchos comunicadores sociales gozan de mi respeto y admiración al ejercer su labor de manera loable y con altos criterios de ética e investigación.
Pero si vemos las cosas “al derecho”, debemos empezar por identificar que la libertad de expresión y de telecomunicaciones está categorizada dentro de los derechos fundamentales, lo cual ha dotado a esta profesión de un poder absoluto que incide determinantemente en la formación de la opinión pública, pues al encontrarse protegidos y amparados por una norma superior, el ejercicio de la misma ha llegado a puntos de despotismo en muchos de sus profesionales, entendido éste como abuso de superioridad, fuerza o poder en la relación con los demás sin importar su interlocutor, al no poder ser cuestionado su oficio sin sentirse inmediatamente atropellados y por tanto, vulnerados en sus derechos fundamentales.
En mi opinión, dicho privilegio les hace asumir mayor responsabilidad de hacer un trabajo impecable, que en los últimos tiempos es cuestionable y ha sido objeto de permanente critica, al punto de que se consideran los medios masivos de comunicación como “miedos de comunicación” o “medios de desinformación”, que repercute en la distorsión de la profesión desfavoreciendo la imagen de la misma, al punto de que uno de los canales más poderosos de nuestro país ha requerido invertir en una campaña publicitaria para humanizarla.
Será que el problema entonces, ¿radica en la humanidad del periodista? O en general, ¿obedece a la naturaleza de la comunicación social? Sea cual sea la razón, porque pueden haber diversas variables dependiendo del contenido de la información, lo más seguro es que se debe al resultado de sus propios actos, profesionales por supuesto, pero que parten de esa necesidad que tienen de poder y de la política misma para subsistir, debido al entramado económico que hace imposible separarlos, pues ambos tienen una relación de “simbiosis”, por si se olvidaron lo aprendido en el colegio, les recuerdo: asociación íntima de organismos de especies diferentes para beneficiarse mutuamente en su desarrollo vital.
Dicho de otra manera, los medios de comunicación forman parte del sistema de mercado y por lo tanto, es innegable que están sujetos al poder económico, que finalmente los pone a su servicio mostrando la realidad que desean, logrando con ellos una manipulación informativa digna de sus propios intereses que ha permeado al periodista perdiendo su vocación y amor por la profesión, donde son muy pocos los que continúan fieles a sus principios y valores sin corromperse por el poder económico.
Finalmente, por fortuna la sociedad también goza de derechos, como es la de recibir información veraz e imparcial que sólo se logra si se hace periodismo investigativo, contextualizando la noticia sin sólo basarse en meras declaraciones y se complementa con el apoyo de otros profesionales del derecho, las ciencias políticas, la sociología, la medicina y demás disciplinas, que permitan ejercer con exactitud la transmisión de la información. No hay necesidad de recurrir a campañas publicitarias que generen lástima y ponerse en el papel de víctimas para cambiar la imagen de su profesión, empiecen por ustedes mismos porque errar es de humanos.