Aquí y en la Conchinchina hay corrupción! (“Conchinchina” es una expresión colombiana, pero si lo busca en Google seguro lo va a encontrar, lo que no sé es si ese territorio sea corrupto) pero esa afirmación fría y desparpajada es muestra clara, que así de relajados y alcahuetas nos hemos vuelto con este fenómeno o cáncer que carcome a la sociedad. Parece normal que la clase política o para ser más exactos los servidores públicos (entiéndase todo aquel que trabaja con y para el Estado) padezca de este mal y Alzheimer combinados, lo cual me resisto a creer que sea una regla general, pues como buena abogada sé que siempre existe la excepción y la salvedad.

Con relación a ese optimismo propio de mí, por ver todo color rosa (o lila para los que ya me conocen), encontré unos interesantes datos. Pero primero empecemos por definir ¿Qué es la corrupción? ¿Será sólo robar o quedarse indebidamente con unos cuantos billones de pesos en el bolsillo?. Si observamos su origen proveniente del latín “corruptio” nos encontraremos con la “acción y efecto de hacer pedazos” lo que estaba junto; posteriormente la Real Academia Española (RAE) se refiere al vicio o abuso en el sentido de corromper como sinónimo de depravar, sobornar, pervertir o dañar, tratándose más de una depravación moral o simbólica.

Ahora de forma más práctica, la corrupción consiste en hacer abuso bien sea de poder, de funciones o de medios para sacar un provecho económico o de cualquier otra índole, que en el campo de la política se refiere al mal uso del poder público para conseguir una ventaja ilegítima generalmente de forma secreta y privada (acceso o nombramientos en cargos públicos, usar los recursos del estado en beneficio propio, tráfico de influencias, el qué compra y se vende por votos, la manipulación de información privilegiada, etc.) ¿Les suena? Supongo que sí, hay muchos ejemplos a nuestro alrededor, ¿y entonces por eso nos vamos a cruzar de brazos? o es que ¿debemos omitir las acciones de quienes se benefician directa o indirectamente?

Que haya corrupción no significa que yo me tenga que hacer la ciega, sordomuda, torpe, testaruda, como dice la canción (yo también la tararee escribiéndola), recuerde que usted puede hacer la diferencia y empieza por uno mismo el cambio que quiere ver afuera. Miren Colombia es corrupta, no la más pero tampoco la menos y ahí va mi esperanza, existen instituciones y organismos dedicados a hacer el control de los niveles de corrupción en el mundo, entre ellas Transparencia Internacional, ONG con sede en Berlín (Alemania). En estudio reciente del ranking en el año 2016 se concluyó que “Si bien ningún país está exento de corrupción, los países en el extremo superior comparten características de gobierno abierto, libertad de prensa, libertades civiles y sistemas judiciales independientes”.

Sin embargo, nuestra patria querida no está dentro de los 10 menos corruptos a los que se refieren, tampoco la encontramos dentro de los 10 más corruptos, aunque ocupamos el puesto 90 dentro los 100 primeros. Y esto creo que ya es un aliciente, soy de las que prefiero ver el vaso medio lleno y no medio vacío. Así que si estamos transitando por la cuerda floja entre corrupción política y transparencia que es el término opuesto, consideraría que no podemos escatimar esfuerzos para hacer lo que tengamos a nuestro alcance para escalar peldaños en materia de transparencia y no descender en el Rankin de los más corruptos para este año, tarea difícil teniendo en cuenta los escándalos de la financiación de las últimas dos campañas presidenciales con dineros de Odebrecht.

Pero todo es posible, ¿qué cómo evitamos descender? partiendo por reconocer que la honradez y la honestidad es la mejor política y que corrupción no es sólo el que roba, sino el que sabe y se queda callado, el que da y recibe dadivas o el que prefiere vender sus principios para sacar ventaja, aquel que sale por la puerta de atrás en un cargo público, todo el que se reúne con personajes turbios de cualquier calaña o utiliza medios no legales para obtener información, por citar sólo algunos ejemplos; así que para combatir la corrupción hay que empezar por impedir que se nos instalen falsos líderes que debiliten nuestra democracia limitando las libertades ya consagradas en la Constitución y que pretendan debilitar la independencia de la rama judicial, a la que generalmente le tienen pavor.

Cuando en este país entendamos de una buena vez por todas que ser transparentes, es no tener rabo de paja en ningún aspecto y que se pueda rendir cuentas de los actos cada vez que la sociedad lo requiera, sin síntomas de Alzheimer o demencia, entonces solamente en ese instante podremos saber que estamos caminando en sentido opuesto a la corrupción. Cuando finalmente percibamos las cosas “al derecho”, en el momento que nos avergoncemos y dejemos de mofarnos de este cáncer que despedaza nuestro Estado y deja miles de niños morir de hambre en la Guajira, usted y yo estaremos haciendo parte del cambio, lograrlo es cuestión de honor y valor para reconstruir una sociedad fragmentada a la que aún le queda esperanzas.

0 Shares:
You May Also Like