Durante los últimos meses se ha venido incrementando la tensión habitual que se suscita en el año inmediatamente anterior a las elecciones presidenciales en nuestro país. Así, los colombianos y colombianas empezamos a girar en torno a la discusión de los y las candidatas que aspiran a la máxima designación nacional y el panorama se vuelve paisaje, varios nombres saltan a los medios de comunicación, muchos de ellos conocidos, otros polémicos, algunos irrelevantes y otros sin duda una total incógnita. De esa forma, la agenda electoral nos la definen los medios privados y sin darnos cuenta olvidamos que estamos a portas de la decisión más importante cada 4 años y no es justamente la Presidencia de la República, ¡no! es la elección de quienes llegarán al Capitolio Nacional, donde reside el verdadero poder del pueblo, las fuerzas vivas de la nación Colombiana.

Los congresistas de la República pasan de agache durante el último año (por no decir que siempre) y entre menos sean visibles mejor, saben que no es conveniente ni necesario visibilizarse y que a pesar de los altos indices de desfavorabilidad de su imagen y la abstención electoral, ellos volverán en cuerpo propio o ajeno a ocupar sus curules. Sin embargo, en esta ocasión hay muchos factores que pueden jugar en contra de ellos y a favor de nosotros si vencemos el abstencionismo, nos informamos y votamos diferente.

Al respecto de esto último, hoy voy abordar la equidad de género que propone el nuevo Código Electoral que se encuentra en estudio por la Corte Constitucional para aprobación de sus 275 artículos, entre los cuales propone que las listas para cargos de elección popular estén compuestas 50% por mujeres y el otro 50% por hombres; aunque la norma resulta polémica, éste cambio fue propuesto hace 30 años y no se había logrado, de llegar a ser implementado más de una lista se vería en serías dificultades, pues para nadie es un secreto que las mujeres hemos sido in-visibilizadas, vistas como relleno y no como unas pares de nuestros congéneres a la hora de conformar las listas actuales que sólo requieren el 30% de nuestra participación.

Actualmente Colombia tiene por cada 5 hombres congresistas, 1 mujer congresista lo cual representa el 19’7%, frente a otros cuerpos legislativos como en Europa que supera el 47%. Así las cosas, la dinámica electoral presidencialista ha puesto en el escenario la conformación de listas de alianzas más que de partidos para las elecciones de marzo de 2022 como la Coalición de la Esperanza, el Pacto Histórico, y otros movimientos como Estamos Listas y demás que podrían llegar a ser una garantía o un obstáculo camino a la paridad. Estamos ante una reconfiguración del mapa político lo cual requiere procesos electorales que consoliden la democracia, reafirmen las instituciones y ojalá garanticen espacios de poder para nosotras las mujeres. Aunque se habla de listas cerradas, cremalleras y demás, lo cierto es que contradictoriamente las tendencias liberales o progresistas no están promoviendo un ejercicio real de la participación política de las mujeres, es así como ya en algunos departamentos las cabezas de listas no están siendo ocupadas por mujeres y poco son los esfuerzos por apoyarlas o como dicen “sólo de dientes para afuera”.

Así que si como yo, usted ve las cosas “al derecho” y no come cuento, es el momento de encender las alertas, exigir al menos ver a las mujeres encabezando esas listas y sobretodo promover las elecciones de marzo de 2022 para cambiar la composición del Congreso, seguro no va salir defraudado, pues las mujeres tenemos un rol importantísimo en la recuperación socioeconómica, la gestión pública y territorial, así como somos imprescindibles para garantizar una agenda con enfoque integral. ¡¡¡Ya es hora de visibilizarnos!!! y recuerde que la definición de estupidez es “realizar siempre las mismas cosas y esperar resultados distintos”.

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  1. Introducir instituciones progresistas acorde con los cambios que implica la reformulación del proyecto moderno que logre equilibrar las exigencias de lo universal y lo particular en un contexto de un mundo pluralmente valorativo y el reconocimiento de la diversidad constituye la mayor prueba de la democracia liberal hoy en día, la cual derrumba las barreras limitantes de la igualdad formal construida en el liberalismo clásico de siglos pasados, no parece ser la evolución de las democracias endebles como la nuestra, las cuales siguen ancladas en el pasado donde el poder se transmite aún con las prácticas propias del caciquismo y clientelismo fundado por el mundo masculino, superar esta etapa constituye el principal desafío de desarrollo de nuestra forma de interesarnos por el poder incluyente y en interés de sus asociados.

  2. Gracias! Seguiremos persistiendo en superar las prácticas propias del caciquismo y clientelismo en nuestro país, pues entre más mujeres participando y apoyando, más democracia.

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